La Organización Mundial para la Salud (OMS) describe la salud mental como «un estado de bienestar en el cual el individuo se da cuenta de sus propias aptitudes, puede afrontar las presiones normales de la vida, puede trabajar productiva y fructíferamente y es capaz de hacer una contribución a su comunidad».
Cada 10 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Salud Mental, donde se buscan establecer políticas generales para promover el bienestar físico y psíquico de las personas dentro de cualquier contexto.
El derecho a la salud mental se encuentra en la resolución A/HRC/32/L.26, en la que se busca la protección de la garantía universal que poseen todas las personas a una salud integral. No hay derecho a la salud si la salud mental no está cubierta. Por lo mismo, los estados poseen la responsabilidad de construir políticas o estrategias que mejores las condiciones de vida de las personas con base en las demandas presentes en la sociedad.
En Venezuela, la emergencia humanitaria compleja y la pandemia por covid-19 ha ocasionado todo tipo de estragos en la vida de sus habitantes. La salud mental es uno de los factores más subestimados a diario en el territorio nacional, ya que las condiciones precarias del sistema de vida en el país han impulsado que las personas entren en cuadros de depresión o padezcan constantemente de dolores de cabeza o malestar general a raíz del estrés.
Un país donde las personas se estresan hasta por la lluvia
A pesar de la doctrina internacional, lo plasmado en el artículo 83 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999, las campañas que promueven políticas que brinden mejoras en el modelo de salud del territorio nacional, el deterioro de la calidad de vida de los venezolanos ha impulsado que las personas manejen constantemente estados ansiosos o de alarma para poder atender a los obstáculos que suelen presentarse en el día a día en el país.
«Aquí en Venezuela no podemos estar tranquilos, resulta imposible, porque cuando no son las fallas del servicio de electricidad o del agua potable, es el exceso de la lluvia en ciertos lugares que resulta una bendición para algunos, pero la perdición para otros», dijo Samuel Herrara ante La TV Calle.
Herrera, afirma que hasta las fuertes precipitaciones en el país, que ha generado grandes consecuencias en varias familias en diferentes estados, se ha convertido en un elemento que agrava las situaciones que impulsan el estrés en el día a día ante el descontrol inflacionario, la deserción escolar y las fallas que han venido calando en la sociedad de manera continua.
La inflación y el desastre económico del país afectan la salud mental de los venezolanos
El alto costo de la vida en Venezuela, las variaciones constantes del modelo económico del país, las barreras para emprender cualquier negocio se han vuelto imposibles de superar para muchos venezolanos, lo que ha incrementado la ansiedad en varios sujetos.
«Tuve que cerrar el negocio de ropa que tenía porque la inflación acompañada de la devaluación destrozó todos mis ingresos, el verme en esta situación me hizo entrar en depresión por casi año y medio, porque pensé que mi vida había acabado», comentó Franco Domínguez, trabajador independiente en el estado Nueva Esparta.
Franco padece, desde la llegada del covid-19, de cuadros graves de ansiedad, la crisis del país aceleró sus ataques de pánico, por lo que se pasó casi dos meses internado en un centro de atención privada en la entidad insular para conseguir superar los temores asumidos a partir del establecimiento de la crisis del país.
Venezuela se ha convertido en un país donde la salud mental no contiene ningún tipo de estabilidad producto de las barbaridades que se presentan a diario en la vida de los venezolanos, lo que termina contribuyendo de manera crítica en el mal desempeño de vida que muchos sujetos pueden manejar en diferentes sectores del territorio nacional.