El incremento salarial en Venezuela se ha convertido en un reto para diferentes universitarios, sobre todo al momento de trasladarse a las casas de estudio en el oriente del país. Todo esto, debido al el incremento significativo del pasaje del transporte público que los ha impulsado a invertir un promedio de 5 dólares semanales para asistir de forma regular a las aulas de clases.
El salario mínimo en Venezuela se estableció, para el mes de marzo, en 130 bolívares o lo aproximado a 28 dólares americanos. Sin embargo, el mismo no permite costear la canasta alimentaria cuyo valor se posiciona entre los 300 y 400 dólares. Esta realidad demuestra la carencia de proporcionalidad que manejan las políticas públicas implementadas en el país.
«Con mi salario no logro cubrir la demanda del pasaje semanal para ir a la universidad. En un mes puedo gastar entre 20 y 25 dólares en transporte público. Debo agarrar dos rutas para llegar a mi casa», afirmó Espinoza, estudiante de informática en la Universidad de Oriente.
Asimismo, algunos estudiantes deben caminar por largas horas entre municipios para lograr tomar un bus hacia la universidad. Por su parte, otros tienden a esperar que sus vecinos se detengan para que, de manera voluntaria, les hagan el favor de trasladarlos hasta la capital del municipio donde residen.
«Estudiar en una institución pública o privada acarrea una inversión millonaria. Mensualmente estamos gastando un salario mínimo para asistir con regularidad a nuestras clases», comentó Bermúdez, otro estudiante entrevistado.
Universitarios en Nueva Esparta: sin rutas de transporte y con muchas barreras para estudiar
A pesar de las limitantes, los neoespartanos han retomado las aulas para continuar con su formación profesional. Esto, más allá de las barreras impuestas por la llegada de la pandemia del COVID-19.
«Yo me levanto cada mañana a las 5:00 am para ir a la universidad. A veces tengo que caminar desde mi casa hasta la parada. No hay transporte público, las rutas acá en Los Millanes no funcionan en su mayoría. Lograr acudir a las aulas de clase todos los días se ha convertido en un verdadero reto para mí», señaló Verónica Valdivieso, estudiante del primer semestre de turismo en la UDONE.
Asimismo, Valdivieso expuso que no solo el transporte público se ha vuelto una barrera para la comunidad universitaria, también las dificultades para adoptar un modelo a distancia. Pues, esto ha perjudicado su rendimiento académico y los resultados, al momento de presentar sus evaluaciones.
«En Venezuela no estábamos preparados para emplear la educación a distancia. Los servicios públicos fallan a diario y los profesores no están capacitados para dictar sus cátedras en un modelo que vaya más allá del sistema tradicionalista que se emplea en nuestro país», indicó Rodríguez, estudiante de contaduría pública en la UDONE.
Así pues, se demuestra cómo los jóvenes deben asumir nuevos obstáculos para avanzar en su formación profesional en el oriente del país. Se trata de un lugar donde las ofertas académicas son bajas y muchos sueños se ven en el olvido producto de las condiciones de vida de los margariteños.
Finalmente, se evidencia que aproximadamente el 70% del salario mínimo se va en transporte público. Por ello, el ritmo de vida de la mayoría de los universitarios se ha convertido en un camino lleno de obstáculos y repleto de diferentes vulneraciones constantes a los DDHH.